Saturno es el planeta que más cautiva nuestra atención, desde que nos enseñan en la escuela primaria el sistema solar. Y no es para menos: sus intrigantes anillos atrapan nuestra atención, incluso más que el intenso color naranja de Marte o el aspecto marmoleado del gigante Júpiter.
Galileo Galilei, el astrónomo que revolucionó la ciencia, fue el primer humano que pudo ver los anillos de Saturno. El telescopio era entonces un invento recién nacido y en consecuencia, tenía grandes limitaciones. Por esa escasa visibilidad, Galileo concluyó entonces que los anillos debían ser enormes lunas.
No fue sino hasta 1655, que el astrónomo holandés Christiaan Huygens construyó un poderoso telescopio que un año más tarde le permitiría concluir que existía cuando menos, un anillo alrededor del planeta Saturno. Huygens desarrolló entonces una enorme fascinación por este planeta –sexto de nuestro sistema solar- que lo llevó a realizar otros descubrimientos en Saturno, como la existencia de la luna Titán o la transformación que los anillos sufren a medida que el planeta se desplaza alrededor del Sol.
A inicios de octubre de 2009, se dio a conocer un nuevo y sorprendente hallazgo en el fascinante planeta joviano. Un anillo de polvo nunca antes percibido, mucho más grande que los ya conocidos, rodea a Saturno desde la asombrosa distancia de 13 millones de kilómetros.
El conocimiento fue divulgado a través de la revista "Nature", donde a manera de hipótesis, se sugiere que este aro podría haberse formado de materia desprendida de la luna Febe. Este anillo, que está cuando menos unas 50 veces más lejos que el resto de los anillos, sería producto de constantes impactos contra el satélite antes mencionado.
Las partículas, una vez desprendidas, irían a parar inicialmente a Jápeto -otra de las lunas de Saturno- lo cual explicaría por qué este otro satélite natural con forma de nuez, tiene un lado más oscurecido que otro. Los estudios dados a conocer han referido que el material que oscurece parte de la superficie de Jápeto, tiene una composición similar a la de Febe.
Con respecto al anillo recién detectado, los científicos consideran que no existe precedente de algo similar en cuanto a dimensiones, en el resto del Sistema Solar. A diferencia de los otros anillos, que se encuentran alineados con el ecuador del planeta joviano, este aro presenta una inclinación de 27 grados. Dicha inclinación, muy similar por cierto a la orbita de Febe, reforzaría la hipótesis de que el anillo proviene de restos de ese satélite natural.
Este descubrimiento ha sido posible gracias al telescopio Spitzer de la NASA, cuyas características permitieron confirmar a los astrónomos algo que hasta hace poco, era una simple conjetura. Los equipos de la actualidad tienen la capacidad de detectar las partículas que conforman el aro, cuya medida promedio es de una millonésima de metro.
El tamaño tan diminuto de las partículas, provoca que el anillo sea demasiado tenue. Se ha calculado que en cada kilómetro cúbico hay de 10 o 20 partículas de las dimensiones arriba mencionadas. Si uno lo tuviera en frente, prácticamente sería imperceptible a la vista. Con todo el material que lo conforma, apenas y se llenaría un cráter de Forbes, pero no mayor a un kilómetro de diámetro.
354 años después de que Christiaan Huygens lograra demostrar la existencia de los anillos de Saturno, este nuevo hallazgo nos confirma que aún hay muchísimo por descubrir y explicar, en el vasto océano intergaláctico.
This comment has been removed by a blog administrator.
ReplyDeletees verdad es muy parecido angel pero...
ReplyDelete